Así hablan las palabras del artista Francisco Feliú, copiapino de tomo y lomo, de esos que gustan del sabor de las calles añejadas y polvorientas de una ciudad que se a ido convirtiendo en cemento y asfalto, enterrando, quizá por siempre, la sobriedad de la provincia, del descanso después de la merienda, del paseo dominical a la plaza, y tantas otras costumbres que convertían la vida en provincia en una mas reposada y feliz.
A modo de poema, este artista reúne objetos de valores históricos, como monedas de plata, y cobre de finales del siglo XIX y del XX, y compone minúsculas y hermosas obras cargadas de significado, a veces ecléctico, otras totalmente radical en las formas y resultado de ellas.